Nuestro enfoque Cognitivo - Conductual

Cuando somos pequeños nuestro cerebro comienza a analizar la información del mundo que nos rodea y a procesarla, para finalmente traducir ese procesamiento en una acción. Dicho proceso tiene su base en dos conceptos fundamentales: genotipo y fenotipo. Los bebés, a diferencia de lo que comúnmente se considera, están biológica y genéticamente predispuestos a tener rasgos de carácter y comportamiento determinado. Razón por la cual, dos bebés criados en mismas condiciones, por una misma familia, presentan rasgos de personalidad y comportamientos muy diferentes. A esto último lo denominamos Genotipo y es representado por aquellos genes que hemos heredado de nuestra línea genealógica. Por otro lado, el Fenotipo es aquella construcción que se genera en la interrelación e interjuego de un pequeño con el mundo y viceversa.

La personalidad de un individuo se forma a partir de la relación entre el genotipo y el fenotipo.

En la interacción temprana de un sujeto con el mundo que lo rodea, lo que llamamos “proceso de socialización”, la persona interactúa con agentes sociales que comienzan a intervenir en esa forma de crear pensamientos, sentir y posteriormente actuar. No debemos olvidar que ese niño se vuelve un adulto. Adulto producto de una historia de crianza determinada por el relacionamiento con sus pares y la creación de víncuos. Es así que se forman lo que en Psicología Cognitivo-Conductual denominamos Esquemas de la Personalidad. Este tipo de terapia se enfoca sobre lo que se conoce como los esquemas disfuncionales tempranos, comprendiendo a estos últimos como temas muy estables y duraderos que se desarrollan y se elaboran a lo largo de toda la vida de los individuos. Reflejan creencias incondicionales sobre uno mismo en relación al ambiente. Dichos esquemas son los cimientos de nuestra personalidad. La terapia cognitivo conductual comprende que lo que un paciente considera como “realidad” tiene que ver con dichos esquemas. Estos últimos delinean la manera en cómo la persona procesa la información del mundo que lo rodea y crea de esta forma una serie de creencias. Dichas creencias se denominan creencias centrales o irracionales y generan pensamientos automáticos. Todo esto en su conjunto se produce por un patrón conocido como “distorsión cognitiva” que desfigura dicho procesamiento y a partir de allí la forma en cómo respondemos conductualmente a un hecho en sí, se transforma en desadaptativa. Este tipo de terapia se focaliza en trabajar sobre los pensamientos automáticos y brindar herramientas para una reestructuración cognitiva de la persona; partiendo del supuesto que todo el repertorio de conductas lo hemos aprendido, podemos desaprenderlo y reaprenderlo de forma más adaptativa. Para ello el terapeuta comportamental, es un facilitador del aprendizaje del paciente con él mismo, a la vez que aplica técnicas específicas que se relacionan con un diseño de tratamiento único en cada paciente luego de analizar su historia.

Algo fundamental a tener en cuenta es el hecho de que esta terapia está basada en un enfoque neurocientífico, sienta sus bases en que sus técnicas y tratamientos están empíricamente demostrados y se enraízan en el conocimiento científico comprobable.

En los últimos años, la importancia de las neurociencias en la comprensión de la conducta se ha vuelto ineludible. Esta última abarca la comprensión de los procesos mentales a través de los cuales percibimos, actuamos, aprendemos y recordamos. Es sobre dicho conocimiento que podemos entonces diseñar mecanismos terapéuticos que mejoren dicha forma de procesar la información. Sus aportes y herramientas son hoy necesarias para el conocimiento y la comprensión de los procesos cognitivos involucrados en ella. La Neurociencia actual es Neurociencia Cognitiva una fusión de neuroanatomía, neurofisiología, biología del desarrollo, biología celular y molecular y psicología cognitiva.

En este escenario, la neurociencia aparece como la disciplina que se encarga de la explicación de los procesos neurales que subyacen a la conducta humana, siendo la ciencia que avala las bases de dichos tratamientos psicológicos.

En conclusión, este enfoque terapéutico otorga al paciente un enfoque bio-psico-social en su modelo integrador e interdisciplinario.